Durante más de un siglo, el henequén fue la columna vertebral económica de Yucatán. Llamado “el oro verde”, esta planta transformó el paisaje, la arquitectura y la cultura de la región. Hoy, sus huellas siguen vivas no solo en las antiguas haciendas, sino también en talleres y colectivos que reinventan su uso con creatividad.
Una ruta distinta a la tradicional de las haciendas de lujo propone comenzar en la Hacienda Sotuta de Peón, no solo por su belleza, sino porque aún conserva maquinaria en funcionamiento y ofrece demostraciones del proceso de desfibrado. Allí se puede ver cómo del tallo fibroso del agave emerge el hilo que un día dio vida a los cordeles de barcos, costales y tapetes del mundo entero.
El recorrido continúa hacia San Esteban Tekax, donde se encuentra un taller artesanal que elabora bolsos, alpargatas y artículos de decoración a base de fibra natural de henequén. Todo se realiza de forma manual, y es posible tomar un taller exprés para aprender técnicas básicas de trenzado.
En Teya o Ticul, varias familias han retomado el uso de telares antiguos para producir textiles con mezclas de algodón y henequén. El resultado son tapetes, caminos de mesa y hasta cortinas con diseños modernos pero con alma rural. Muchos de estos productos son exportados a Japón, Alemania y Estados Unidos como parte de una nueva apreciación por lo artesanal.
La ruta también puede incluir una visita a la Ex Penitenciaría Juárez, en Mérida, donde artistas locales han transformado una galería efímera utilizando fibras de agave como instalaciones escultóricas. Esta fusión entre tradición y arte contemporáneo revela el potencial del henequén más allá de lo utilitario.
No puede faltar una parada gastronómica. Algunos restaurantes temáticos en las cercanías de Acanceh y Muna ofrecen platillos servidos sobre hojas secas de henequén, e incluso bebidas locales como el balché en jícaras decoradas con fibras tejidas.
Al finalizar la ruta, el visitante no solo se lleva un producto local, sino también el conocimiento de un proceso que requiere paciencia, destreza y respeto por la tierra. En tiempos donde lo hecho a mano cobra nuevo valor, el henequén resurge como emblema de una identidad que mezcla resistencia, arte y naturaleza.
Ideal para amantes del diseño, el turismo rural y quienes buscan experiencias auténticas fuera del circuito comercial, esta ruta pone en primer plano a los verdaderos artesanos del campo yucateco.