Lejos de las rutas turísticas más concurridas de Yucatán, donde los visitantes suelen centrarse en Mérida, Valladolid o Izamal, existe un universo visual que transforma las paredes en lienzos y las calles en galerías al aire libre. El arte urbano ha encontrado en algunos municipios menos visitados un espacio para florecer, convirtiéndose en una forma de expresión cultural y comunitaria que no solo embellece, sino que también narra historias locales.
En poblaciones como Ticul, Tekax, Hunucmá o Dzilam González, artistas locales y foráneos han plasmado murales que mezclan elementos de la tradición maya, escenas de la vida cotidiana y mensajes sociales contemporáneos. Las fachadas se tiñen con colores intensos que evocan la flora y fauna de la región, mientras que los personajes retratados —pescadores, artesanos, bordadoras, niños jugando— rescatan la identidad yucateca en cada trazo.
El impulso del arte urbano en estos lugares no siempre viene de grandes proyectos institucionales. En muchas ocasiones, son colectivos juveniles, escuelas o asociaciones culturales las que organizan jornadas de muralismo para recuperar espacios deteriorados, revitalizar barrios y fomentar el sentido de pertenencia. Estas iniciativas suelen acompañarse de actividades comunitarias como talleres, música en vivo y ferias gastronómicas.
En Tekax, por ejemplo, algunos muros del centro y colonias cercanas exhiben obras que combinan motivos mayas con figuras surrealistas, logrando un estilo único que atrae a fotógrafos y viajeros en busca de paisajes urbanos distintos. En Ticul, el color terracota de la arquitectura se mezcla con retratos de alfareros y escenas del trabajo artesanal, recordando la tradición ceramista de la ciudad.
Dzilam González, más conocido por su cercanía con la costa, sorprende con murales que representan el mar, los manglares y las especies marinas que forman parte de la vida pesquera del municipio. En Hunucmá, el arte urbano se ha convertido en una herramienta para transmitir mensajes ambientales y de cuidado de la naturaleza, involucrando a jóvenes artistas que ven en la pintura un medio para expresar sus preocupaciones.
Estos murales no solo son atractivos visualmente, sino que también funcionan como un puente entre generaciones. Los adultos mayores aportan historias y leyendas locales que luego se transforman en imágenes, mientras que los más jóvenes aprenden técnicas artísticas y desarrollan un sentido de orgullo por su comunidad.
Visitar estos municipios con la intención de descubrir su arte urbano es una experiencia que va más allá de lo visual: es un encuentro con la memoria colectiva, con las voces que no siempre se escuchan en los circuitos turísticos y con la creatividad que florece fuera de los grandes reflectores. Cada mural es una invitación a detenerse, observar y dejarse llevar por la narrativa que los colores y formas proponen.
Así, el arte urbano en los municipios menos visitados de Yucatán se consolida como una expresión viva de identidad, resistencia cultural y belleza comunitaria. Una ruta alternativa que merece un lugar en la lista de quienes buscan experiencias auténticas, conectadas con la esencia del lugar y con la mirada de quienes lo habitan.