Un paseo por la magia de Eknakán: el tesoro oculto de Acanceh

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En el corazón del municipio de Acanceh, a tan solo 45 minutos de Mérida, se esconde un rincón que parece sacado de un cuento antiguo: Eknakán. Esta antigua hacienda, con su iglesia de piedra caliza que se alza como guardiana del tiempo, es un viaje directo al pasado colonial y al esplendor henequenero de Yucatán.

Caminar por sus senderos es respirar historia. La casona principal, de techos altos y paredes con grietas llenas de vida, conserva el alma de quienes la habitaron. Hay algo místico en el ambiente. No es raro escuchar historias de apariciones, susurros de viento que parecen palabras, o la sensación de que algo –o alguien– te observa con nostalgia desde una ventana abierta.

La iglesia de Eknakán no solo es el alma espiritual del lugar, sino también un monumento arquitectónico que sorprende por su grandeza. Su interior es fresco, silencioso y profundamente evocador. Muchos visitantes se sientan allí solo a contemplar cómo la luz entra por los vitrales, pintando figuras sobre el suelo.

Pero más allá del pasado, Eknakán es también una puerta al presente. Algunos fines de semana, la comunidad organiza pequeñas ferias, con venta de pan tradicional, miel melipona, bordados y hasta recorridos guiados por lugareños. Aquí se siente el verdadero espíritu de Yucatán: la mezcla perfecta entre orgullo, tradición y hospitalidad.

Una caminata por los campos detrás de la hacienda revela los vestigios de la antigua maquinaria henequenera, ahora devorada por la selva baja. Las raíces se entrelazan con el hierro oxidado como si la naturaleza reclamara lo que una vez fue suyo.

Eknakán no es un destino turístico convencional. Es más bien un susurro que llama a quienes buscan lugares auténticos. No hay multitudes, ni grandes espectáculos. Hay, en cambio, silencio, historia y belleza rústica. Es ideal para los que aman la fotografía, el arte o simplemente quieren reconectar con algo profundo.

Lleva agua, calzado cómodo y un buen cuaderno para anotar todo lo que este lugar te inspire. Porque sí, Eknakán inspira. Sus muros hablan, sus árboles cantan, y su viento parece recordarte que estás exactamente donde debías estar.

Si decides ir, hazlo con respeto. Este no es un lugar para selfies vacías, sino para quienes saben mirar con los ojos del alma. El atardecer ahí es de otro mundo: el cielo se enciende en tonos dorados y rojizos, y por un momento, parece que el tiempo se detiene.