Baca, Yucatán: historia, tranquilidad y tesoros escondidos en un pueblo poco explorado

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En el corazón del norte yucateco se encuentra Baca, un pequeño municipio que suele pasar desapercibido entre las rutas turísticas más comunes. Sin embargo, este poblado encierra una riqueza histórica, cultural y natural que lo convierte en un destino ideal para quienes buscan una experiencia auténtica y tranquila, lejos de las multitudes.

Ubicado a menos de 30 kilómetros de Mérida, Baca conserva el encanto de los pueblos antiguos con su plaza central, su iglesia colonial y calles estrechas que invitan a caminar sin prisa. Su nombre proviene del maya “Bacab”, que hace referencia a deidades protectoras de los puntos cardinales.

El centro del pueblo está presidido por la iglesia de San Francisco de Asís, una construcción del siglo XVIII con muros gruesos, una torre sencilla y una sensación de paz que acompaña a quienes la visitan. Cada año, en octubre, se celebra la fiesta del santo patrono con vaquerías, procesiones y música tradicional.

Uno de los tesoros poco conocidos de Baca es el cenote San Ignacio, ubicado en una antigua hacienda a las afueras del pueblo. Este cuerpo de agua semiabierto es ideal para nadar, relajarse y disfrutar de la frescura del subsuelo yucateco. La entrada suele ser económica y el ambiente tranquilo lo convierte en una excelente opción familiar.

Además del cenote, Baca ofrece senderos naturales donde es posible observar aves, mariposas y la flora local. Al amanecer o al atardecer, los paisajes se tornan especialmente hermosos, con cielos amplios y nubes que parecen pintadas.

La gastronomía es otro de los atractivos del pueblo. En el mercado local se pueden encontrar tamales, panuchos y tacos con longaniza artesanal. También hay pequeños puestos donde se vende miel de abeja melipona y dulces tradicionales. Para los amantes del café, algunas casas ofrecen bebidas hechas en olla con canela y piloncillo.

Baca es también un punto de referencia para conocer otras haciendas cercanas, como Kankabchén o Tzalam, algunas de las cuales están siendo restauradas como parte de proyectos de turismo rural. En ellas se puede aprender sobre el pasado henequenero del estado y apreciar la arquitectura que marcó una época.

La población de Baca es cercana y hospitalaria. Muchas familias aún conservan costumbres ancestrales, como bordar hipiles a mano, cocinar con leña o hablar en lengua maya. Visitar este pueblo es también una forma de acercarse a la vida cotidiana de la región, lejos del bullicio y la prisa.

Aunque no es un destino promocionado ampliamente, Baca está empezando a recibir atención por parte de quienes buscan nuevas rutas para el turismo cultural y ecológico. Algunos colectivos han comenzado a organizar recorridos guiados por la comunidad para mostrar su historia viva.

El acceso al pueblo es sencillo desde Mérida, ya sea en coche o en transporte público. Una visita puede realizarse en medio día, aunque muchos optan por quedarse a dormir en alguna de las casas disponibles para hospedaje, donde se ofrece comida casera y un ambiente familiar.

Baca demuestra que Yucatán aún tiene muchos rincones por descubrir. Lugares donde el tiempo transcurre distinto, donde cada persona tiene una historia que contar y donde la tradición sigue viva en cada detalle.

Recorrer este municipio no solo es un paseo, sino una forma de reconectarse con lo esencial: la tierra, la memoria y el silencio. En tiempos donde todo va de prisa, Baca invita a detenerse, mirar y agradecer.

Una joya escondida que vale la pena visitar.