Caminar por Yucatán es hacerlo bajo un cielo que canta. El trinar se cuela entre las hojas de los árboles, el calor se mezcla con los colores que cruzan el aire y en cada sendero rural, en cada patio o manglar, hay alas que cuentan historias antiguas. Esta tierra no solo guarda cenotes, haciendas o ruinas, también es un santuario para decenas de especies de aves, muchas de ellas endémicas. A continuación te presentamos cinco que puedes encontrar en la región y que, al verlas una vez, quedarán grabadas en tu memoria.
1. El Toh (Momoto cejiazul)
Llamado popularmente pájaro reloj, por el peculiar vaivén de su cola, el toh es una de las aves más icónicas de Yucatán. Su plumaje verde turquesa, con toques de azul y negro, lo vuelve inconfundible. Se deja ver sobre todo en zonas cercanas a los cenotes, ya que anida en pequeñas cuevas y cavidades húmedas. Hay quienes dicen que es un guardián de los cenotes y símbolo de sabiduría en la tradición maya. Ver uno al amanecer es una experiencia mística.
2. El Cenzontle (Mimus gilvus)
Conocido como el ave de las cuatrocientas voces, el cenzontle es un imitador nato. Puede reproducir sonidos de otros pájaros, animales e incluso ruidos humanos. Su canto es largo y variado, y suele escucharse durante todo el día, especialmente en los campos y a las afueras de pueblos como Ticul o Maní. Aunque su plumaje es discreto —blanco, gris y negro—, su voz es prodigiosa. Para los antiguos mayas, el canto del cenzontle representaba el lenguaje de los dioses.
3. El Flamenco rosado (Phoenicopterus ruber)
Uno de los grandes espectáculos naturales de Yucatán se encuentra en los manglares y aguas poco profundas de Celestún y Río Lagartos. Miles de flamencos rosados se reúnen para alimentarse y anidar, tiñendo el paisaje con sus cuerpos altos, delgados y coloridos. Esta especie se ha convertido en emblema de la fauna local. El color rosa de sus plumas proviene de los carotenoides presentes en los pequeños crustáceos que consumen. Observar su vuelo en grupo al atardecer es como ver una pintura viva.
4. El Pavito de monte (Crax rubra)
También conocido como hocofaisán, es una de las especies menos conocidas por el turismo, pero muy respetada por comunidades rurales. Habita en la selva baja y se reconoce por su cuerpo robusto y oscuro, con detalles blancos y un copete erguido. Es esquivo y silencioso, pero muy simbólico: para muchos pueblos indígenas es ave de buen augurio. A menudo se lo ve en parejas o pequeños grupos, caminando por la maleza. Su observación requiere paciencia, pero vale cada minuto.
5. El Zopilote rey (Sarcoramphus papa)
Majestuoso y extraño, este buitre no pasa desapercibido. Su cabeza sin plumas luce colores intensos como el naranja, el morado y el amarillo, lo que le da un aire casi mitológico. Aunque es carroñero, cumple una función ecológica fundamental al limpiar los restos orgánicos del ecosistema. Se le ve en zonas más abiertas y boscosas, en especial en el sur del estado. Su presencia impone respeto, y su vuelo es tan amplio como su fama en las leyendas mayas, donde se le atribuía el poder de la purificación.
En Yucatán, mirar al cielo es también mirar al pasado. Las aves de esta región no solo adornan los paisajes: cuentan historias, inspiran canciones y conservan el equilibrio de los ecosistemas. Ya sea desde una hamaca al amanecer o en una caminata por la selva, vale la pena detenerse a escuchar y observar. Porque en esta tierra de calor y viento, las alas también hablan.