Caminar por las calles de Yucatán no es solo un paseo entre casas coloridas y sol ardiente: es también un encuentro con fragmentos de historia que se resisten al olvido.
Las fachadas coloniales, especialmente en Mérida, Valladolid, Izamal y pueblos como Tekax o Maní, guardan más de lo que muestran a simple vista.
Las puertas de madera pesada, a menudo con clavos redondos o en forma de estrella, no solo eran decorativas.
En la época virreinal, estos clavos servían como protección contra los malos espíritus, según creencias traídas desde España.
Arriba de algunas puertas aún se conservan pequeños nichos o hornacinas vacías, que en su tiempo albergaban imágenes religiosas.
Muchos fueron retirados, otros se borraron con el paso del tiempo, pero sus molduras siguen ahí, como testigos mudos.
Los colores también cuentan una historia.
En Izamal, el amarillo se impuso como símbolo de devoción, pero en otros lugares el azul maya o el rojo quemado tenían funciones prácticas y espirituales: ahuyentar insectos, proteger la casa, o marcar linajes familiares.
En algunas casas antiguas se pueden ver símbolos geométricos, estrellas, círculos y flores tallados en piedra o estuco.
Estos adornos, más que decoración, eran formas de invocar protección o señalar la pertenencia a una cofradía.
Mérida, por ejemplo, conserva esquinas con mascarones: rostros tallados en piedra, algunos grotescos, que se colocaban para espantar el mal o “vigilar” a los transeúntes.
Muchos están ocultos tras capas de pintura, otros reaparecen cuando una casa se restaura.
En Valladolid, en pleno centro histórico, hay casas con inscripciones en latín o iniciales mayas mezcladas con símbolos católicos.
Eran señales de sincretismo: una forma de resistir mientras se aparentaba obediencia.
Algunos inmuebles coloniales tienen pequeñas ventanas laterales, llamadas “ventanas de los enamorados”.
Por ellas, en tiempos donde no era bien visto hablar en público, se compartían cartas, flores… o secretos.
Las fachadas también cambian con los años.
Una misma casa puede haber tenido tres colores distintos, tres usos diferentes y muchos dueños.
Pero los muros conservan grietas que, si se observan con calma, hablan de temblores, lluvias, incendios, remodelaciones, y de manos que los tocaron hace más de un siglo.
Yucatán no solo es tierra de cenotes y pirámides.
También es un museo vivo de piedra, cal y pintura, donde hasta la pared más simple puede esconder un símbolo, un mensaje o un eco del pasado.
La próxima vez que camines por sus calles, detente.
Mira bien una puerta vieja, un mascarón, una cornisa.
Puede que descubras algo que no aparece en las guías, pero que siempre estuvo ahí, esperando que lo escucharas.