Aunque Yucatán no siempre es el primer destino que viene a la mente cuando se piensa en playas paradisíacas, este estado guarda en su costa norte una serie de tesoros escondidos que combinan belleza natural, tranquilidad y una fuerte identidad local. Desde extensas arenas blancas hasta pequeños puertos pesqueros, el litoral yucateco ofrece experiencias únicas para quienes buscan un descanso lejos del bullicio turístico del Caribe tradicional.
Uno de los destinos más conocidos y accesibles es Progreso, ubicado a tan solo 30 minutos de Mérida. Su malecón renovado, con restaurantes, artesanías y espacios culturales, lo convierte en un lugar ideal para pasar el día. Aunque es la playa más urbana del estado, Progreso conserva el encanto de un puerto tranquilo, donde es común ver a pescadores llegar con el producto del día o disfrutar de un coco frío con los pies en la arena.
Siguiendo la costa hacia el oeste, se encuentran Chelem y Chuburná, dos comunidades costeras que, aunque pequeñas, ofrecen un ambiente relajado, ideal para quienes buscan escapar del ritmo de la ciudad. Sus playas son menos concurridas que las de Progreso y sus atardeceres, especialmente desde el muelle, son espectaculares.
Más adelante está Sisal, un antiguo puerto henequenero que hoy es Pueblo Mágico. Esta playa ha ganado notoriedad por su agua cristalina, su tranquilidad y su atmósfera pintoresca. Además de disfrutar del mar, en Sisal se puede explorar el muelle, visitar la antigua aduana o recorrer los manglares cercanos en lancha o kayak. Su belleza natural y herencia histórica lo convierten en uno de los destinos más completos de la costa yucateca.
Hacia el noreste, encontramos Telchac Puerto, otra joya costera conocida por su ambiente familiar, playas de arena suave y la cercanía con atractivos como el Museo del Mar, el puerto de San Crisanto o las ruinas de X’cambó. Telchac es perfecto para quienes buscan tranquilidad sin alejarse demasiado de servicios básicos y buena gastronomía local.
Más arriba, donde la costa se mezcla con reservas naturales, se encuentra San Felipe, un pueblo de casas de colores sobre pilotes que combina playa, naturaleza y cultura. A poca distancia se localiza Río Lagartos, famoso por su biosfera protegida y por los flamencos rosados que habitan en sus lagunas saladas. Aunque estas localidades no son exactamente playas tradicionales, ofrecen experiencias de contacto con la naturaleza que complementan cualquier visita al mar.
Otro destino imperdible es El Cuyo, un rincón aún poco explorado por el turismo masivo. Ubicado en el extremo oriental del estado, cerca del límite con Quintana Roo, El Cuyo es ideal para quienes buscan playas vírgenes, practicar kitesurf, ver tortugas desovar o simplemente desconectarse del mundo en un entorno natural y sereno.
Finalmente, no se puede dejar fuera Las Coloradas, famosas por sus lagunas rosadas debido a la alta concentración de sal y microorganismos. Aunque no es un sitio para nadar, su impacto visual lo ha convertido en un lugar popular para fotos y recorridos guiados. La cercanía con la costa permite complementar la visita con una parada en las playas vírgenes cercanas.
Yucatán no tiene el bullicio de Cancún ni la infraestructura hotelera de la Riviera Maya, pero su litoral ofrece algo igual de valioso: playas tranquilas, paisajes naturales y contacto directo con comunidades auténticas. Para quienes buscan una experiencia distinta, íntima y profundamente local, las playas yucatecas son una joya que aún conserva su carácter propio.